Una invitación a mirar con más conciencia tu historia y sanar tus heridas familiares
Verónica González Suárez
Psicóloga Inspiradora de vidas Otro Rumbo Fundación
Hay momentos en la vida en los que algo dentro de nosotros nos pide detenernos. No por cansancio físico, sino por un peso más sutil, más profundo. Un peso que no siempre sabemos nombrar, pero que se siente en el cuerpo, en las emociones, en las decisiones que repetimos sin entender por qué.
Como psicóloga, he acompañado a muchas personas en sus procesos de sanación emocional. Pero también, como ser humano, he tenido que mirar mi propia historia familiar. Y confieso que no ha sido fácil. Reconocer las heridas familiares, los silencios, los patrones que se repiten… duele. Pero también libera.
En ese camino descubrí algo que me marcó profundamente: no todo lo que sentimos es completamente nuestro. A veces cargamos con emociones, responsabilidades o mandatos que vienen de generaciones anteriores. Lo hacemos por amor, por lealtad, por costumbre. Pero llega un momento en el que el cuerpo, la mente o el alma nos pide soltar.
Heridas familiares: lo que heredamos sin saberlo
No solo heredamos rasgos físicos o costumbres. También podemos recibir formas de ver el mundo, maneras de amar, de callar, de reaccionar. A veces, incluso, cargamos con el dolor no expresado de quienes vinieron antes.
En mi propio proceso, me encontré repitiendo historias que no había elegido conscientemente. Y fue solo al detenerme, al mirar con más compasión y menos juicio, que pude empezar a comprender. Comprender no para justificar, sino para liberar. Para dejar de cargar lo que no me corresponde.
Sanar no es olvidar, es mirar con otros ojos
Sanar no es olvidar. Es recordar sin que duela igual. Es mirar con otros ojos. Es reconocer que nuestros padres, madres, abuelos y familiares también actuaron desde sus propias heridas, muchas veces sin herramientas para hacerlo de otra manera. Esto no es otra cosa que, entender que todos hacemos lo que podemos con los recursos y herramientas con las que contamos en el momento.
Y desde ahí, podemos empezar a transformar. A veces, el simple hecho de hacernos preguntas nuevas abre caminos que antes no veíamos:
- ¿Qué aprendí sobre el amor en mi familia?
- ¿Qué emociones me cuesta expresar?
- ¿Qué historia familiar se repite en mi vida?
- ¿Qué me gustaría vivir diferente?
Si algo de esto tocó una parte de tu historia…
No lo ignores. No lo guardes para después. A veces, una sola pregunta puede abrir la puerta a una nueva forma de vivir. Y no tienes que hacerlo solo/a.
Buscar acompañamiento no es señal de debilidad, sino de valentía. Es un acto de amor propio. Es decirle a tu historia: “te veo, te reconozco… y ahora elijo diferente”.
En Otro Rumbo Fundación, creemos profundamente en el poder de la escucha, la palabra y el acompañamiento respetuoso. Si sientes que es momento de mirar tu historia con más ternura, estamos aquí para caminar a tu lado.
Porque sanar no es un destino.
Es un proceso.
Y cada paso que das hacia ti, cuenta.
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